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Sin rumbo fijo


Siempre me han gustado los viajes en carretera. En realidad ninguno de los que he hecho ha sido particularmente especial como para dejarme esta emoción que siento al andar en carretera. ¿Qué, entonces, te preguntarás es lo que me atrae tanto de ellos?

Debe ser alguna memoria enterrada tal vez. Cuando mis ojos se fijan en el horizonte, en la carretera interminable, me invade un sentimiento conocido de nostalgia. Es casi como si fuera rumbo a algún lugar conocido, hacía el lugar o a la persona a quien pertenezco. Y así voy y voy sin llegar nunca.

Cuando llego a mi destino real, no al alterno que mi alma anhela, todo queda atrás y vuelvo a enfocarme en la tarea siguiente.

Pero apenas basta que vuelva a ponerme en camino, para volver a sentir que voy, sin saber a dónde, pero a ese lugar que a mi corazón llama.

Siempre en búsqueda, peregrina errante, tratadora de mundos, recorriendo caminos que no me conducen a nada ni nadie. Mi alma marca el camino, algo la llama y aún no acabamos de llegar.



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